Es un sábado al atardecer y estoy en casa de unos amigos. Después de algunas horas y muchas cervezas, percibo que voy un poco borracha. Mi habla se enrolla justo cuando digo algunas de mis frases de efecto, y cada vez que voy a la cocina a por más botellas me tropiezo con piernas y sillas, apretadas a lo largo de la estrecha pero muy acogedora terraza, que da a un patio en que se ven encendidas las luces de los pisos de enfrente.
«Alguien quiere probar yuca con mantequilla?», grita la anfitriona, que se ríe, muy alegre. Sujeta un enorme plato con las dos manos, justo en medio del salón. Es nuestra amiga y nos consiente a todos con un cariño especial, pues es la primera vez que la visitamos en su nueva casa. Al verla desde la terraza, me pongo en pie de una vez, y sin vacilar me voy a por ella. Estoy sencillamente loca por yuca con mantequilla, además de estar realmente hambrienta.
Cojo un trozo generoso, que sabe exquisito. La mantequilla parece estar preparada con alguna especia que no consigo identificar. Se lo comento a una chica a mi lado, que es cocinera y sabe mucho más de comida que yo, pero tampoco ella tiene idea de lo que es.
Distraída, vuelvo a sentarme, ahora en el sofá, al lado de un chico vestido con un poncho mexicano. Parece algo mareado, pero tiene una enorme sonrisa en la cara. Me giro hacia él y lo miro bien. Al verle los ojos rojizos, deduzco que va colocado. Observo a la gente bailar una canción que suena a tope. Sorbo mi cerveza de uno solo trago y me hundo en el sofá.
En la pared de mi derecha se proyectan unas imágenes sin nexo, y la poca luz me hace ver con dificultad. Ahora sé qué tenía la yuca. ¡No!, pienso para mí. Ahora es tarde, Cecilia. Miro a mi alrededor y todo se menea. No puedo aguantar la mirada fija en ninguna parte y me desespero al pensar en lo que me espera: horas enmudecida por mis pensamientos más introspectivos, sin ni siquiera poder moverme. ¿Cómo vuelvo a casa esta noche? ¿Por qué no avisan antes de hacer estas bromas? Al salir de casa esta tarde me esperaba de todo, pero definitivamente no tanta lisergia.
Me levanto y voy hacia la puerta. Que nadie se percate de mi huida, espero. Mejor que me vaya ahora, mientras aún puedo caminar. Salgo bajando los escalones con cuidado, pero con alguna prisa, apoyándome en las ásperas paredes blancas del edificio. No me aguanto los párpados. Sé que ya estoy muy morada.
Me pongo los auriculares y los saco enseguida porque hasta la música me agobia. ¿Estaré sufriendo un ataque de pánico? Que el hilo de razón que me sobra ahora me permita llegar a mi casa y dormir. Mis sueños serían la única cosa para salvarme de esta pesadilla real. Recuerdo la estación de metro más cercana y camino con el pensamiento fijo en ella, para no despistarme con todos los otros que me tentarán. Me da miedo mi propia imaginación.
Nada más llegar al andén, el tren llega. Tengo suerte, pienso, y respiro aliviada. Cojo el primer asiento del vagón y evito la mirada de los otros pasajeros. No quiero dejar que vean lo atormentada que estoy, luchando contra pensamientos que no puedo controlar. Cierro los ojos y siento en detalles cómo se desliza el tren por los túneles subterráneos. El viaje me distrae, y poco a poco me tranquiliza. Cada vez que suena la campana, al abrir o cerrarse las puertas, sé que me falta menos para llegar a mi casa.
Subo a la superficie y camino concentrada en un objetivo: dejar esta atmósfera de distorsión involuntaria y entrar en mis sueños. Voy tan rápido que ni siquiera me entero del follón de la calle, de los coches ruidosos apuntándome con sus farolas, o de la gente con quien me cruzo. Solo pienso en adormecerme para salvarme del caos que hay a mi alrededor.
Con mi pijama empapado por el maternal calor de mi cama, doy las gracias al Cielo por despertarme de tales paranoias, y vuelvo a mis sueños, tranquila.
Pablo González-Trejo, a Cuban-French-American artist, has been navigating
the complex terrains of identity, nature, and the infinite since
establishing h...
2 comentários:
jajajajaja (como dizem aih), que história louca amiga! o pior dessas loucuras é quando ficam incontroláveis e parecem nunca acabar! vai batendo uma angústia...
imagino vc voltando pra casa nesse estado! chegar na cama é o maior alívio do mundo! senti isso madrugada passada. ufa! enfim segura.
besos! cuida-te!
Chica, só tu para me fazer ler em espanhol. Tô apanhando para trabalhar com MERCOSUL, viu? Sempre tive antipatia. Mas vou superar.
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